Re-significar el dolor es una manera de enfrentar la adversidad de la ausencia. Hoy le doy otro sentido a mi herida anónima.
Solía pensar que seríamos inseparables que estaríamos unidos sin importar que tanto se jalara la cuerda, que por más lejos que estuviéramos siempre volveríamos al centro.
Solía soñar que me llevarías colgada en tu pecho, justo abajo de tus labios; y sentía que iba a permanecer eterna, amarradita a tu cuello.
No fue así.
Ahora me toca llevarte punzante en mi boca, sujeto a mi lengua como el recuerdo de una palabra que no se olvida, pero que tampoco se nombra
Ahí… vivo, caliente y silencioso habitas tras de mis cuencas llenas de vidrio, bailas disfrazado en mis párpados, cada vez más viejos y más cansados, palpitas así, abajito del corazón como un dolor sordo y constante.
Tuve que aprender a saborearte, dejarte ir en cada gota saldada. Tuve que aprender a no suspirarte, a invocarte con las yemas de los dedos sin desatar el corazón.